Mochila Política 143/El espejo retrovisor de AMLO: cardenismo y echeverrismo
Por Héctor Moreno
Lo narra Cuauhtémoc Cárdenas en un libro publicado hace cinco años:
Pocos días antes de su fallecimiento, el 20 de septiembre de 1970, en una entrevista con una reportera de un periódico en México, Lázaro Cárdenas sintetizaba así sus ideales de toda la vida: “creo que los principios del socialismo son compatibles con las ideas de la Revolución mexicana en su ulterior e inevitable desarrollo”.
Y Luis Echevería, según Isabelle Rousseau en su libro editado hace 20 años, incluso “se declaró hijo legítimo del general Cárdenas, lo cual le permite asociar simbólicamente su administración con los mitos fundadores de la nación”.
Y el pasado 19 de octubre, el Presidente Andrés Manuel López Obrador en un homenaje luctuoso del general michoacano realizado en el Monumento a la Revolución ante el hijo de su prócer, afirmó:
La Cuarta Transformación asume a Lázaro Cárdenas del Río como una fuente de inspiración y un ejemplo a seguir; es una de las figuras históricas más inspiradoras para el gobierno que represento.
Cárdenas, aseguró el Presidente, fue el más importante consumador de la tercera gran transformación en la historia: la Revolución Mexicana.
Lázaro Cárdenas formó parte de los generales más jacobinos, corruptos de esa época que se hicieron del poder y durante su periodo se consolidó el modelo corporativo y se infundió la ideología socialista en la declaración de principios del partido oficial.
Es decir, estamos frente a la restauración del viejo sistema unipersonal, autoritario, con un partido hegemónico, con un discurso de encono, con prácticas populistas y que desde la autoridad busca hacer del gobierno el principal actor económico y el único social.
Los hilos comunicantes
En la génesis histórica del actual gobierno hay líneas que marcan claramente su ascendencia ideológica, el nacionalismo revolucionario, un socialismo a la mexicana.
Durante el sexenio de Adolfo López Mateos, el general Cárdenas del Río fundó el Movimiento de Liberación Nacional a donde reunió toda la izquierda militante del entonces Partido Comunista, a destacados priistas y a algunos movimientos sindicales y sociales. Reivindicaba los principios de la Revolución y era abiertamente defensor del régimen cubano de Fidel Castro.
Dentro de esa gama de personajes había dos que particiban destacadamente, su hijo Cuauhtémoc y su secretario, Heberto Castillo Martínez, quien años después sería una figura emblemática del movimiento estudiantil de 1968 y de la izquierda mexicana.
Luis Echeverría, presidente de 1970 a 1976, volvió a colocar al PRI en la esfera del izquierdismo internacional, presumió su cercanía con el chileno Salvador Allende, realizó expropiaciones de tierras, desde el poder promovió un discurso de odio y encono, principalmente contra el sector privado.
Inició una transformación para hacer del gobierno el principal actor económico que culminaría en el sexenio de López Portillo con más de mil empresas estatales.
Echeverría aplicó el gasto público para lograr un control electoral y heredó un país dividido y con una gran crisis económica.
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